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Hoy, con un simple celular que tenga internet es posible mantenerse informado: en la era de la digitalización el acceso a noticias, más todavía de última hora, nunca ha sido más fácil. En paralelo, los medios tradicionales ya llevan unos cuantos años sumerguidos en crisis económica y precarización hacia sus trabajadores debido a las fallas de los modelos de negocios.

En ese contexto es que se experimentan interesantes fenómenos relacionados al poder que tiene la prensa tanto en la ciudadanía como en los grupos de élite, en especial si se considera el rol que ha jugado desde que se produjo el golpe de Estado, hace ya casi 50 años.

Analizar estos temas fue el objetivo del conversatorio «Poder y medios: a 50 años del golpe de Estado» que organizó la Facultad de Economía, Gobierno y Comunicaciones (Fegoc) y que contó con la participación de Alejandra Matus, periodista, autora y profesora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales; Marcos Ortiz, columnista en Interferencia, administrador de la cuenta de Twitter Ojodelmedio y panelista en Canal Red TV; y la moderación del académico del Instituto de Investigación y Postgrado de la (Fegoc) e integrante del Grupo Max Planck-Ucen, Ignacio Schiappacasse.

«Si bien hoy tenemos un sistema de medios más diversos, porque no solo tenemos prensa sino que también radio, televisión y digitales, a pesar de estas mayores oportunidades la agenda mediática sigue siendo fijada por unos pocos medios. Es decir, hoy tenemos más medios, pero la agenda sigue siendo determinada por unos poquitos», comentó el investigador de la Universidad Central al iniciar la actividad.

Apuntó al desvanecimiento de los referentes alternativos que nacieron en la dictadura: «Pensábamos que estos medios se iban a consolidar en democracia, pero lamentablemente tendieron a desaparecer hacia fines de los noventa y comienzos de los 2000, prácticamente no quedaba ninguno de estos». Y planteó que, en contraparte, El Mercurio ha sobrevivido en todas estas décadas y que «continuamente ha determinado la agenda incluso de otros medios de comunicación».

En esa línea, Ortiz explicó cómo los medios tradicionales, aún sin ser leídos o vistos, posicionan los temas. «Alguien podría decir ‘yo me informo, pero en mi vida he tomado alguno de estos medios ¿cómo es que llegan a mí si el papel de la prensa está tan anticuado?’ y hay muchos académicos que hablan de la Agenda Setting, que no solo los medios nos dicen de qué hablar, sino que a los otros medios también que se cuelgan de esta prensa más tradicional», señaló y añadió que «hay un proceso de vertido de las noticias de la prensa tradicional escrita hacia el resto de los medios por distintas razones, en parte, porque la prensa tradicional es vista como líder de opinión».

Mientras, Matus, tras hacer un recorrido por la historia de la prensa chilena, analizó el por qué los títulos alternativos tienen menos poder que los tradicionales: «El Mercurio tiene plata para pagarle, todavía, a un batallón de periodistas que cubren las noticias cotidianamente y por lo tanto describen la realidad. Todos los demás medios alternativos, el chico, el mediano, no tenemos salas de redacción».

Concluyó con que «tenemos que conformarnos con analizar críticamente lo que publica Mercurio, porque no tenemos batallones de periodistas para que hagan noticias laborales de salud, de economía, de ciudad, de medicina. No hay. Entonces, la realidad que queda y sobre la cual los historiadores van a ir a ver qué pasó en Chile entre 1973 y 2023, la ha publicado El Mercurio».